sábado, junio 11, 2005

Quijotesco: El círculo del fracaso

¿Quién desea el mal para sí mismo? Nadie, creo yo. Sin embargo, en Venezuela y Bolivia, el camino parece hundirse tragándose a ambos países en la pobreza, mientras la población se deleita en el ejercicio de su poder de movilización: en el pasmoso poder de la población cuando el resentimiento, parafraseando a Einsten, alcanza su masa crítica. Hoy leía la entrevista que le hicieron a Mary Robinson en El País: comentaba la conformación de un poder popular global, una alianza de organizaciones de la sociedad civil, que pide una globalización más justa, etc, etc. El problema no es que haya un poder popular (no lo desdeño, mas bien lo fomento): es que sea civil (de civilizada). ¿Cómo se llevan los entresijos de esa alianza de organizaciones? ¿Quién es o podrá ser el flautista de Hamlin y quién es la rata que se deja llevar por la música? ¿Qué valores toca el flautista, para que la rata se deje hipnotizar llevando cartuchos de dinamita en sus manos o saqueando comercios? No quisiera caer en el error, que señalaba Popper, de quienes preguntaban quién debía gobernar en nuestros países. Quisiera hacer apología de su propuesta: que cualquiera (Evo o Hugo) pueda gobernar, habiendo un sistema que lo remueva y prevenga al país (que no pasó en Venezuela) de algún daño. Es el sistema, estúpido...